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”Si no levantamos la voz del interior, nadie se va a dar vuelta a escucharnos”

Cristian Cayuñanco tiene 28 años, nació en Paso del Sapo y hoy vive en Trelew. En los últimos meses se convirtió en una de las voces más incómodas para el poder provincial. Con apenas un celular y una conexión precaria, empezó a grabar videos en los que mezcla ironía, denuncia y una dosis justa de humor patagónico. Desde las redes sociales, este joven del interior se transformó en el altavoz de lo que muchos piensan y pocos se animan a decir. Con él, parece ser la hora de los pueblos: la hora en que el interior se mira a sí mismo y habla con su propia voz.

En uno de sus videos más virales, Cayuñanco comienza con una falsa cortesía. “Quiero felicitar al gobernador Nacho Torres por haber inaugurado los 20 metros de pavimento que quedaban entre Trelew y Madryn”, dice con una sonrisa contenida. En esa frase se condensa su estilo: empieza con ironía y termina con un golpe de realidad. Luego agrega, con el tono de vecino que no disimula la bronca: “Por ahí quiero decirle a los chubutenses que salió más caro el armado del escenario y la pantalla LED que los 20 metros de pavimento que hizo. Le salió más caro el circo que la obra.”

El sarcasmo se convierte en herramienta de denuncia. No se trata solo del gasto innecesario, sino de lo que simboliza: el poder celebrando la puesta en escena mientras en Paso del Sapo, su pueblo natal, los empleados de la sala de primeros auxilios hacen rifas para comprar una cubierta para la ambulancia. La pantalla LED del acto contrasta con la realidad de los pueblos sin médico.

En otro video, usa un recurso simple pero demoledor. Frente a cámara, sostiene una billetera vacía y dice con tono firme: “Así está la billetera de los chubutenses.” La muestra abierta, sin un peso. Esa imagen vale más que cualquier número. “El gobernador gasta millones de pesos en pautas publicitarias. En solo cinco meses, más de 3.000 millones. ¿Y sabés en qué? En publicidad digital para levantar su imagen. La empresa Consumer, más conocida como Frosumia, fue la que recibió esta gran suma millonaria. Los contratos salieron de la Secretaría General de Gobierno y del Instituto de Asistencia Social.”

Y remata con una frase que ya se volvió marca propia: “Tomalo vos, Nachito, gastando de la mía y de la tuya en publicidad.” La billetera vacía, el diminutivo y el sarcasmo resumen su estilo: una denuncia con humor, una ironía que desarma cualquier solemnidad y convierte el enojo en lenguaje popular.

Después de esos videos, el precio de hablar no tardó en llegar. Cayuñanco denunció que se habían creado cuentas falsas en redes sociales para intimidarlo y amenazarlo. “Muchos se rieron, otros me escribieron con odio, pero también hubo miles que me agradecieron por decir lo que nadie dice.” Asegura que esas agresiones no lo hicieron callar, sino todo lo contrario: “Me di cuenta de que algo estaba tocando, que había gente poderosa que se sintió incómoda.” No se victimiza: cada amenaza, dice, confirma que lo que está haciendo tiene sentido.

Ahí termina el Cayuñanco de las redes: el que desafía con ironía y le habla al poder sin filtro.

Pero ya frente a la entrevista con Río Mayo 1935, el tono cambia. En persona, se muestra sereno, respetuoso, con una escucha atenta. Habla sin estridencias, elige las palabras y deja entrever otra dimensión de su compromiso: la del joven del interior que piensa el futuro con humildad y convicción.

“Ser del interior me da un plus, porque no tengo que ir a visitar el interior para saber cómo vive la gente. Yo soy de ahí, hablo con conocimiento porque lo vivo día a día.” Lo dice con la naturalidad de quien no necesita credenciales. “La palabra, el ser solidario y la humildad son costumbres de los pueblos, y eso habría que trasladarlo a la política.”

Esa humildad se convierte en una forma de mirar el mundo. “El tema de las grandes ciudades es que todo se concentra ahí, y el resto de la provincia queda mirando desde lejos. No hay una política que se sostenga para el interior. Los políticos pasan en campaña y después se olvidan.” Y agrega: “Hablar del interior no es fácil, porque uno no tiene las herramientas que tienen los dirigentes de las grandes ciudades, pero quedarse callado no es opción.”

Desde chico, recuerda, escuchó que “al interior siempre lo dejan para el último.” Con los años entendió por qué: “Nos dejan para el último porque nosotros tampoco ganamos el espacio para participar. Si no levantamos la voz del interior, nadie se va a dar vuelta a escucharnos.” No lo dice desde la queja, sino como una toma de conciencia colectiva.

“Cuando uno habla, no habla solo por uno, sino por todos los pueblos que están lejos del poder. Me duele ver gente haciendo rifas para comprar la cubierta a la ambulancia o arreglar la sala de primeros auxilios. Me indigna ver rutas destruidas por meses y políticos que aparecen en campaña, te dan la mano y después te dan la espalda. Apenas terminan las elecciones y no aparecen más.”

Su reclamo no es solo económico: es ético. “No somos solo 500 votos. Hay gente en el interior que trabaja, que apuesta, que quiere salir adelante. Estamos cansados de que nos den las migajas. Queremos tener las mismas oportunidades que en las grandes ciudades.” Y pone ejemplos concretos: “No tenemos ambulancia en condiciones, no hay enfermero 24 horas, no hay doctor. Muchos jóvenes se fueron a buscar trabajo porque en los pueblos no hay oportunidades. Quieren volver, pero no pueden.”

Cuando habla del gobierno provincial, no mide palabras. “En la provincia del Chubut directamente no hay un modelo de desarrollo. Lo que hace el gobierno es vender humo, y ese humo lo venden afuera, en otras provincias, a través del marketing y la publicidad que pagan en YouTube, Facebook e Instagram. Lo único que hacen es vender humo porque no tienen un modelo de desarrollo para la provincia.” Y vuelve sobre un ejemplo: “Es lamentable ver que inauguran un hospital, encabezados por el gobernador, riéndose de la gente, pasando todos los límites solo para hacer marketing político. Y ese hospital ni siquiera tiene las herramientas necesarias para atender al pueblo.”

“Primero tienen que empezar a escuchar a la gente del interior, dejar de darle cargos a los mismos de siempre y empezar a involucrar a los que sí conocen el territorio. Mientras los medios pautados hablan de qué color es la corbata del gobernador, en los pueblos la gente se muere esperando a que llegue un doctor.”

Y cuando habla de lo que debería verse en la provincia, elige otros nombres: “A los chubutenses nos gustaría llegar a Esquel y ver un cartel con Joaquín Arbe, un deportista que nos representó en el mundo, o con Leonardo Miranda, un artista que llevó el nombre de Chubut a todas partes. Pero en vez de eso, tenemos carteles gigantes con los rostros de los funcionarios. Eso indigna.”

Sobre sí mismo, se ríe. “La gente del interior me felicita y me da fuerza para seguir, pero muchos se ríen de lo que hago. Me subestiman, me tienen como un cuatro de copa. Y la verdad, lo soy en la política. Pero no se trata de reírse de mí: lo importante es la gente que la está pasando mal. Yo solo quiero ser un nexo para que los que tienen poder recapaciten y ayuden.”

No hay impostura ni victimismo. Lo suyo es una mezcla de humildad y convicción. “Muchos jóvenes me escriben desde distintos puntos de la provincia, me dicen que siga adelante, que se sienten representados. Me escriben policías, abogados, profesionales que nunca estuvieron en política. Los jóvenes del interior padecemos la mala política, pero tenemos otra mirada: las ganas, el compromiso y la lealtad.”

Su discurso también se vuelve propositivo. “A mí me gustaría que empiecen a respetar un poco más las decisiones del interior, que no nos pasen por arriba. Que nos pregunten, que dejen de decidir por nosotros desde una oficina a 500 kilómetros. Desde adentro se pueden cambiar muchas cosas. Caminos rurales, conectividad, salud, educación, trabajo para los jóvenes. Esa sería la política.”

Y deja un mensaje a quienes vienen detrás: “A los jóvenes del interior les diría que crean que pueden hacer posible que su pueblo sea mejor. Que se animen a soñar. Si quieren cambiar la historia de la provincia, hay que tener el coraje de enfrentar a las lacras que siempre nos hundieron. Es hora de que el gobierno tenga una mirada más humana hacia el interior y deje de dar discursos vacíos.”

Antes de despedirse, resume su pensamiento en una frase que suena a horizonte: “Volver a mirar para adentro es mirar el futuro de Chubut. Se necesita una mirada diferente para llevar esta provincia adelante. Esta vez la esperanza tiene que venir desde el interior.”

Y tal vez, con este joven que habla desde Paso del Sapo, parece ser la hora de los pueblos.

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