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Día del Maestro: Claudia Acevedo, una vida dedicada a enseñar con amor y compromiso.

“La sonrisa, el abrazo y ese ‘te quiero seño’… no tienen precio.”

Cada 11 de septiembre, Argentina celebra el Día del Maestro en conmemoración del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, ocurrido en 1888. Reconocido como el gran impulsor de la educación pública en el país, Sarmiento dedicó su vida a construir un sistema educativo accesible, gratuito y de calidad, convencido de que la enseñanza era la base del progreso social.

Esta fecha invita a reflexionar sobre la importancia de la educación y, sobre todo, a reconocer a quienes con vocación, esfuerzo y compromiso sostienen el aula día a día. En ese marco, conversamos con Claudia Acevedo, directora de la Escuela Provincial N.º 36 “Directora Luisa Irene Accomazzo de González”, de la localidad de Río Mayo, quien lleva más de tres décadas dedicadas a la docencia.

Desde El Sombrero a la Patagonia: el inicio de un camino

Claudia nació en El Sombrero, un pequeño pueblo ubicado a 32 kilómetros de Corrientes Capital. En 1994, con 20 años de edad y mucha vocación, emprendió un viaje hacia el sur del país, buscando oportunidades laborales.

“El único motivo por el que vine a la Patagonia fue laboral”, cuenta con sinceridad. “Los desafíos fueron muchos… principalmente el clima, las costumbres, muy diferentes a las de mi provincia. El desarraigo, no conocer a nadie, estar lejos de la familia y los afectos. Al principio fue muy difícil”, recuerda.

Aun así, encontró en su profesión el sostén para seguir adelante. “Lo profesional fue lo que me sostuvo en la Patagonia. Estaba haciendo lo que me gustaba. El aula y el cariño, el amor que me brindaban mis alumnos hicieron que, de a poco, fuera adaptándome.”

Una trayectoria marcada por la vocación

Desde su llegada a Chubut, Claudia construyó una trayectoria sólida y diversa. Comenzó en la Escuela N.º 180 de Sarmiento, donde trabajó durante cuatro meses. Luego pasó por la Escuela N.º 70 de Facundo, y en 1995 llegó a Río Mayo, En su recorrido docente, Claudia fue dejando huellas en cada institución donde trabajó, siempre con la vocación de enseñar desde el afecto y la dedicación. “Salí titular en la Escuela N.º 148, allí pasé el mayor tiempo de mi carrera”, recuerda con gratitud, ya que esa etapa marcó profundamente su vida profesional y personal. Más tarde, en 2019, llegó a la Escuela N.º 36 con traslado definitivo, donde continuó ejerciendo su tarea con el mismo compromiso que la caracteriza.

También trabajó en los niveles inicial y secundario, en las escuelas ENI N.º 2413 y 419, en la Escuela N.º 72, la Escuela N.º 706, y en el Centro de Salud y Acción Comunitaria (CSAyC) N.º 566.

«Tuve la fortuna de trabajar en jardín, secundaria y primaria, y en cada lugar que estuve guardo hermosos recuerdos», afirma.

Entre todas esas experiencias, hay una que guarda con especial emoción: «La experiencia y el desafío más hermoso que tuve como docente fue ser maestra de mi hijo Alexis».

Más que una profesión: una elección diaria

Claudia asegura que, a pesar del tiempo y los cambios, su vocación se mantiene intacta. “Sigo firme en esta profesión porque amo lo que hago. Trabajar para los chicos es un desafío permanente, y la recompensa que obtenés es algo que no tiene valor… la sonrisa, el abrazo y ese ‘te quiero seño’, es algo único.”

“Todos los días elijo esta profesión. Cuando estaba en el aula, aprendía todos los días. Cada grupo de alumnos es único, tiene sus particularidades.”

Hoy, como directora, cumple un rol distinto, pero igual de significativo. «Me toca acompañar y guiar a muchos docentes que recién se inician. Es mucha responsabilidad, pero también un orgullo. Agradezco a mis viejos, que siempre me inculcaron el estudio y los valores. También a mis colegas y a toda la comunidad educativa por su apoyo y confianza en el trabajo que hacemos diariamente.»

Una mirada comprometida sobre el presente docente

Claudia también se toma un momento para reflexionar sobre las condiciones laborales de los docentes y la realidad actual de las escuelas.

“El deseo es que el docente tenga un sueldo digno, que no tenga la necesidad de trabajar tantas horas. Porque el trabajo docente no es solamente las horas que estás frente a los alumnos. Debe planificar sus clases, corregir trabajos, elaborar proyectos. Últimamente los docentes hacen de psicólogos, asistentes sociales, enfermeros…”

A pesar de esas dificultades, sigue apostando por la educación y por el vínculo con cada estudiante, convencida de que el amor por enseñar puede cambiar vidas.

En este Día del Maestro, celebramos a quienes, como Claudia Acevedo, hacen de la enseñanza un acto de amor, compromiso y esperanza.
Porque, como ella misma dice: “La sonrisa, el abrazo y ese ‘te quiero seño’… no tienen precio.”

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