En Río Mayo, la campaña de Despierta Chubut desnuda la grieta que nadie dice
Un intendente que ejerce de “jefe de campaña” solo en lo virtual, un partido que le retacea poder y una estructura que exhibe orden donde hay desconfianza.
Con la logística electoral y la fiscalización en manos de la conducción local, los gestos sustituyen a las convicciones: un Fiat 600 ploteado a contrarreloj, mates institucionales sobre la mesa municipal y un video de dos líneas para simular alineamiento a días de las urnas.
En Río Mayo la ruptura entre el intendente Gustavo Loyaute y la dirigencia local de Despierta Chubut no se dice, pero se nota.
No hay comunicados ni declaraciones públicas, pero los hechos lo confirman.
El silencio, en este caso, es estrategia: callar evita que la fractura se haga visible, porque admitirla sería dinamitar la foto de unidad que el gobernador Ignacio Torres necesita mostrar antes de las elecciones.
Dentro del espacio, quienes trabajan desde el inicio —los que sostuvieron el armado territorial, las reuniones, la militancia de base— transitan una posición incómoda.
No pueden decirlo públicamente, pero el malestar existe: sienten que el intendente llegó con el camino hecho, que se sienta a la mesa cuando todo está servido.
Y decirlo sería abrir una grieta que solo beneficiaría a la oposición.
Por eso, la consigna tácita es “calladitos, aunque duela”.
La génesis de la distancia
Cuando se dio apertura al local de Despierta Chubut en Río Mayo, Loyaute brilló por su ausencia.
El local fue abierto, pintado, acondicionado y puesto en marcha sin que el intendente participara.
Solo apareció meses después, cuando funcionarios provinciales viajaron para inaugurarlo oficialmente.
Y para entonces, ya había firmado el acuerdo de adhesión con Ignacio Torres, aunque sin involucrarse jamás en el trabajo fundacional ni en la construcción de base del espacio.
La escena de la inauguración fue más elocuente que cualquier comunicado: en un extremo de la mesa, Priscila Santos, presidenta del partido a nivel local; en el otro, Loyaute.
Esa imagen simboliza lo que ocurre desde entonces: la distancia política entre quienes construyeron el espacio y quien ahora pretende conducirlo.
Según testigos de aquel acto, Loyaute llegó acompañado únicamente por dos concejales de su propio bloque oficialista, quienes se mantuvieron detrás, lejos de la primera fila de dirigentes que integraban la mesa principal.
Esa presencia mínima fue leída como una señal de desinterés y tibieza: el intendente no logró mostrar respaldo político propio ni dentro de su equipo más cercano.
Para los referentes de Despierta Chubut, fue el primer síntoma claro de que el alineamiento con Torres sería apenas formal, pero no real.

El salto de supervivencia
Antes de alinearse con Despierta Chubut, Loyaute había recorrido varios sellos: primero UCR–PACH, luego el Frente Renovador, hasta llegar al espacio del gobernador.
No fue un salto ideológico: fue un salto de supervivencia política.
Presionado por la situación económica del municipio —uno de los más frágiles del sur chubutense— y por la necesidad de sostener financiamiento provincial, entendió que quedarse afuera del esquema era políticamente letal.
Pero esa jugada lo dejó atrapado entre dos fuegos.
En su gabinete, al menos cinco funcionarios de primera línea trabajan abiertamente para Juan Pablo Luque, candidato del frente opositor Unidos Podemos.
Y cuando se le pregunta por esa doble militancia, responde con frases improvisadas: “cada uno hace en su vida privada lo que quiere”.
Una respuesta que expone su desconcierto político y su falta de autoridad sobre su propio equipo.
El resultado es un intendente que no logra disciplinar a sus funcionarios y que, además, carece de respaldo firme en el territorio.
Atrapado entre la presión provincial y la desconfianza local, quedó reducido a un papel más simbólico que real.
Entre la espada y la pared
La posición de Loyaute hoy es la de un hombre entre la espada y la pared.
Si exige renuncias, se desnuda su debilidad interna; si las tolera, muestra complacencia con la deslealtad.
Cualquier movimiento, hacia adelante o hacia atrás, le cuesta políticamente igual.
Por eso elige quedarse quieto, aunque esa quietud lo desgaste.
Esa indecisión llevó a la conducción de Despierta Chubut a retener el control total de la estructura electoral: fiscales, recorridas y coordinación territorial quedaron bajo la órbita de Santos.
La confianza en el intendente se agotó.
El mensaje que bajó desde Rawson fue claro: el partido responde a Torres, no a Loyaute.
Reclamo de pertenencia
En la base del conflicto late una diferencia profunda.
El espacio local —que responde genuinamente al gobernador y que lo acompañó desde sus inicios como candidato— reclama pertenencia real.
Ven en Loyaute un elemento impuesto, ajeno, que resta más de lo que suma.
Temen que su figura, más asociada a una conducción improvisada, diluya el trabajo de quienes sostuvieron el proyecto desde cero.
Por eso, el equipo de Santos se aseguró la fiscalización completa de los comicios y la logística previa a las elecciones.
Desconfían de las idas y vueltas del intendente, que aún no logra definirse con claridad ni en su discurso ni en sus gestos.
Ese celo territorial es también una forma de autoprotección: “si se cae el carro, que no sea por nosotros”, repiten algunos militantes en voz baja.
El jefe de campaña virtual
En las últimas horas, Loyaute grabó un video de apenas dos líneas invitando a votar a Ana Clara Romero y Gustavo Menna.
Fue su primer gesto público de apoyo concreto a la lista de Despierta Chubut.
Pero más que una convicción, fue una obligación.
La grabación fue pedida desde Rawson, luego de una serie de reuniones en las que el gobernador y funcionarios de primera línea le exigieron mostrar compromiso real con la campaña.
Incluso desde la conducción local —que responde a Santos— ya no estaban dispuestos a tolerar la tibieza del intendente ni su falta de control sobre el gabinete.
La presión surtió efecto: Loyaute accedió a grabar el video y reforzó su presencia en redes sociales.
Pidió a su círculo de confianza que “le den me gusta” y compartan sus publicaciones, e incluso convocó a empleados municipales y becados a una reunión en la Sala de Conferencias, donde repartió mates y termos personalizados con el logo de Despierta Chubut y la Municipalidad.
Según fuentes confiables, los objetos habrían formado parte de un mismo pedido realizado a un proveedor local, lo que explicaría la coincidencia de diseños y colores.
En las fotografías se filtró, además, un mate amarillo con el logo del área de Turismo municipal, detalle que no pasó inadvertido.
La escena, tomada en un ámbito institucional, dejó a la vista los límites difusos entre gestión pública y campaña electoral.
Más que un acto de militancia, fue leído como el apuro por “caer simpático” a la estructura provincial, un gesto improvisado que terminó exponiendo errores de forma y de fondo.
La imagen circuló en redes, generó ruido y sumó incomodidad entre los propios.
Y fue el preludio de la postal siguiente.
El Fiat 600 de campaña
El miércoles por la mañana, mientras se preparaba la inauguración de los Juegos Comunales —con la presencia del dirigente provincial Milton Reyes, hombre del riñón político de Ignacio Torres y candidato suplente a diputado nacional—, el Fiat 600 rojo del intendente apareció ploteado con los logos de Despierta Chubut.
El ploteo se realizó pocas horas antes, especialmente para ese acto, y el vehículo fue estacionado frente al gimnasio municipal.
La imagen fue inmediata: el auto, símbolo doméstico y modesto, se convirtió en metáfora involuntaria de una campaña hecha de apuros y gestos tardíos.
El 600, el video y los mates cuentan la misma historia: una campaña sostenida en gestos más que en convicciones.
Loyaute fue designado jefe de campaña de Despierta Chubut en Río Mayo, pero solo en el título.
En la práctica, la conducción política y territorial está en manos del partido local.
Por eso se lo define como jefe de campaña virtual: un dirigente que milita desde la pantalla mientras otros recorren el territorio.
Su liderazgo no ordena, su discurso no entusiasma y su estrategia se limita a la inmediatez de las redes.
El carro se mueve, sí, pero no porque las sandías estén acomodadas: se mueve porque todo se sostiene en un equilibrio precario.
Y a días de las urnas, cualquier sacudida puede volver a desacomodarlo todo.




