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Desidia digital: dos municipios en la mira por su comunicación institucional

Río Mayo / Alto Río Senguer.

Hoy, el periódico digital El Sarmientino publicó un análisis crítico sobre la comunicación oficial del municipio de Río Mayo, marcando deficiencias estructurales en la forma de comunicar y la falta de profesionalismo en las publicaciones del sitio oficial en redes sociales.

Bajo el título “Río Mayo: Comunicación Municipal Suspende en Redes Sociales”, el medio señaló que las publicaciones del municipio “se hunden por errores de estructura, hashtags excesivos y falta de contexto”. También advirtió que “urge profesionalizar la comunicación digital para respetar a los ciudadanos y promover el desarrollo local”.

El cuestionamiento se centró en una serie de posteos recientes en los que el municipio informó sobre trabajos de pintura y mantenimiento en el Paseo Costero, utilizando frases extremadamente breves, acompañadas por múltiples etiquetas y fotografías sin desarrollo informativo.

Uno de los mensajes decía:

“INFO: SecAmbiente. Personal del sector urbana realiza trabajos de pintura en el Paseo Costero.”

Otro agregaba:

“INFO: SecObrasPúblicas. Personal municipal realiza trabajos de carpeta en el Paseo Costero local.”

Según El Sarmientino, este tipo de publicaciones “carecen de contexto y valor informativo”, y “las imágenes, de baja calidad, no aportan nada a la comunicación visual”.

En el mismo sentido, el medio remarcó que no se aclara el alcance de los trabajos ni el beneficio concreto para la comunidad, lo que vuelve la comunicación institucional “vaga y carente de estrategia”.

De Alto Río Senguer a Río Mayo: un patrón que se repite

El caso de Río Mayo no es aislado. Hace pocas semanas, algo similar había ocurrido en Alto Río Senguer, donde el municipio fue criticado por la difusión de mensajes oficiales con errores ortográficos y construcciones gramaticales inaceptables.

En aquella ocasión, la Dirección de Ambiente publicó un texto que hablaba de “reciduos orgánicos e inorgánicos” —palabra inexistente— y de agentes que “han contribuidores”, un uso impropio del idioma.

La publicación, lejos de ser corregida, fue replicada por la propia Municipalidad de Alto Río Senguer, validando públicamente el error y transformando una falta individual en una falta institucional.

En ambos casos, el problema trasciende la redacción. Lo que se evidencia es una misma lógica de comunicación vaciada de contenido, donde el objetivo ya no es informar, sino simplemente estar presente.

Publicar se ha vuelto un acto automático, sin revisión, sin contexto y sin conciencia del alcance que tiene la palabra pública en el entorno digital.

Redes sociales: entre la síntesis y la simplificación

Es cierto que las redes sociales no son un espacio para textos extensos. La práctica de publicar versiones resumidas para atraer lecturas hacia el sitio oficial es habitual y legítima.

Sin embargo, los municipios han desnaturalizado esa función: no usan las redes como puente, sino como fin en sí mismas.

Publican versiones tan reducidas que pierden todo sentido informativo, sin redirección al portal oficial ni desarrollo posterior.

Así, el mensaje queda en el aire, comprensible solo para quien ya conoce el hecho.

La diferencia es sustancial.

Una red social bien utilizada sintetiza: presenta un adelanto y conduce al contenido completo.

Una red social mal utilizada simplifica: despoja la información de su contexto hasta volverla irrelevante.

Y cuando una publicación oficial no puede ser comprendida por alguien que no vive en la localidad, deja de ser comunicación pública para convertirse en una forma de información encriptada.

El uso de hashtags: motores de búsqueda o espejismos digitales

Los hashtags —#RioMayo, #Chubut, #90Años, #PuertaSurDeChubut— cumplen un rol clave en la comunicación digital: funcionan como motores de búsqueda que permiten que los contenidos sean hallados por temas o regiones.

Pero si detrás del hashtag no hay información consistente, el resultado de la búsqueda expone el vacío.

Un usuario que cliquea una etiqueta esperando contenido se encuentra con una publicación pobre, sin desarrollo, sin enlaces y sin contexto.

Así, el hashtag deja de ser una herramienta de alcance para convertirse en un espejismo digital: algo que promete visibilidad pero proyecta superficialidad.

Un hashtag no sustituye al contenido, lo complementa.

Si lo que se encuentra al final del clic es un texto sin sustancia, lo que se refleja no es presencia institucional, sino improvisación pública.

El municipio logra visibilidad, sí, pero sin mensaje, sin relato y sin identidad.

Comunicación pública o comunicación de autopromoción

Tanto en Río Mayo como en Alto Río Senguer, las publicaciones analizadas comparten el mismo tono de autofelicitación institucional.

En lugar de brindar información útil, el discurso se pliega sobre sí mismo: se agradece, se celebra y se repite.

El resultado es una forma de demagogia comunicacional, donde el gesto reemplaza al contenido y la publicación se vuelve un fin político más que un medio informativo.

Esta forma de comunicar revela algo más profundo: la ausencia de planificación política.

Cuando el gobierno no tiene hechos de gestión para comunicar, transforma la rutina en noticia, la consigna en discurso y el mantenimiento en acto de gobierno.

Y así, lo que se muestra no es trabajo, sino la necesidad de parecer que lo hay.

Un llamado a recuperar el sentido de la palabra pública

Río Mayo y Alto Río Senguer son dos localidades con historia, peso regional y proyección.

Sus municipios deberían ser ejemplo de organización y claridad institucional, no objeto de crítica por errores evitables.

Cada publicación oficial es un documento público, visible más allá de los límites locales, leído por vecinos, funcionarios provinciales y audiencias externas.

Y como todo documento público, debe respetar reglas básicas: revisión, claridad y contexto.

La comunicación institucional no puede seguir siendo un terreno de improvisación.

No se trata de hablar más, sino de hablar mejor.

Porque en la era digital, donde cada palabra deja huella, la desidia gramatical y la falta de rigor se transforman en desidia política.

Y cuando la palabra del Estado pierde valor, la confianza ciudadana también se debilita.

En definitiva, lo que está en juego no es solo la estética de una publicación, sino la credibilidad de la institución que la emite.

Errar es humano; institucionalizar el error, una forma de desprecio por la inteligencia colectiva.

El desafío, entonces, es simple pero urgente: recuperar la palabra con sentido.

Porque comunicar no es llenar un espacio.

Comunicar es construir confianza.

Y la confianza, en política, empieza siempre por una frase bien escrita.

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